lunes, 17 de septiembre de 2018



La Venus de Merlo



De pie, estoica como un granadero, capaz de estar así todo el tiempo sin inmutarse. Inmigrante del país hermano y vecino pero más vecino que hermano para la mirada solapada y hostil. Mujer joven de pocas palabras, digna belleza y arrugas respetables. Piel curtida por los vientos salitrosos del norte alto e infinito, donde el agua potable es un milagro sin derecho. Ofrece verdura fresca dispuesta sobre una lona en el piso del pasaje junto a los demás feriantes. Esto sucede frente a la estación del Ferrocarril Sarmiento, donde transita la muchedumbre cada día, aunque podría ser en cualquier otro lugar del segundo cordón del Conurbano Bonaerense que no sea el centro, custodiado por la policía rabiosa. Algún compañero instruido le escribió un cartel de cartulina, con letra gruesa de fibrón que exhibe visible e imperante: Sírvase y abone con el cambio justo ¿o acaso no ve que me faltan los brazos?

7 comentarios:

  1. La irreverencia del cartel trae de sopetón la dureza que se intuía en la historia, aunque nunca tanta.
    Qué bueno descubrir que sigues escribiendo, y tan bien

    Un abrazo

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  2. Muy buen relato, me encantó eso de más vecino que hermano, en la Argentina del destrato.
    Saludos

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  3. Eduardo me ha gustado volver a leerte Escribime ¿donde andas?

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