La Venus de Merlo
De pie,
estoica como un granadero, capaz de estar así todo el tiempo sin inmutarse. Inmigrante
del país hermano y vecino pero más vecino que hermano para la mirada solapada y
hostil. Mujer joven de pocas palabras, digna belleza y arrugas respetables. Piel
curtida por los vientos salitrosos del norte alto e infinito, donde el agua potable
es un milagro sin derecho. Ofrece verdura fresca dispuesta sobre una lona en el
piso del pasaje junto a los demás feriantes. Esto sucede frente a la estación
del Ferrocarril Sarmiento, donde transita la muchedumbre cada día, aunque
podría ser en cualquier otro lugar del segundo cordón del Conurbano Bonaerense
que no sea el centro, custodiado por la policía rabiosa. Algún compañero instruido
le escribió un cartel de cartulina, con letra gruesa de fibrón que exhibe visible
e imperante: “Sírvase y abone con el cambio justo ¿o acaso no
ve que me faltan los brazos?”
La irreverencia del cartel trae de sopetón la dureza que se intuía en la historia, aunque nunca tanta.
ResponderEliminarQué bueno descubrir que sigues escribiendo, y tan bien
Un abrazo
Hola Alis... ¡qué sorpresa tan agradable volver a "verte"!
EliminarMuy buen relato, me encantó eso de más vecino que hermano, en la Argentina del destrato.
ResponderEliminarSaludos
Gracias por tus palabras Horacio.
EliminarEduardo me ha gustado volver a leerte Escribime ¿donde andas?
ResponderEliminarGracias por pasar Mucha. Te escribo en tu blog.
Eliminarleernos nos enriquece
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