lunes, 27 de octubre de 2014
domingo, 12 de octubre de 2014
Reciclando personas desechables
Al despertar, lo
primero que veo es “pulse ON”. Ejecuto el comando por impulso, medio por
dormido, medio por tonto y me levanto. El desayuno está servido, el televisor
encendido, el ambiente cálido y la ropa limpia y planchada. Salgo a la calle
hacia la parada del colectivo que me llevará al centro. Después de una mañana
laboral incierta en una oficina poblada y sin barullo, voy por el almuerzo en el
bar de la avenida Corrientes. Me siento en la barra frente al espejo que nunca
miro por temor. Me traen la comida que no pedí pero es lo que pensaba. No tomo
café aunque lo deseo. Pago la cuenta. Salgo a la calle con sueño de siesta y me
dirijo a un lugar donde me están esperando. Esquivando sombras de transeúntes.
Cae una llovizna que ningún paraguas ataja. Llego. Me siento en un escritorio y
mis manos comienzan a teclear sin poder razonar qué pero, lo que sea, es
indispensable para la empresa. A la hora señalada, que no se cual es porque no
llevo reloj, salgo del trabajo y camino un trecho para tomar el colectivo en la
parada de la esquina. Llega, no le hago señas pero igual se detiene, el chofer
me mira para que suba y me da un fingido: -Buenas tardes. Como si me conociera.
Subo. Veo miradas vacías. Alguien se para, deja libre un asiento y lo ocupo. No
necesito saber dónde voy cuando viajo. Observo por la ventanilla que el tráfico
es ordenado, sin bocinazos ni contaminación. Atravesamos la ciudad que se hunde
hacia los barrios. En determinado lugar, me incorporo y camino como autómata hacia
la puerta de atrás, la gente me abre paso sin mirar y el timbre suena solo. Me
bajo. Claro, qué sino… en una esquina que sospecho es la de siempre. Llego a
casa. Abro la puerta sin llave y no me recibe ningún perro ni esposa, aunque sé
que me espera, no sé que es pero me espera, todo el tiempo, me espera
omnisciente, con el televisor encendido, la ducha tibia y la cena servida en la
mesa, mi preferida. Dejo la ropa en cualquier lugar pensando que mañana estará
limpia y planchada. Debo tener sueño porque voy a la cama agotado, me acuesto,
mis párpados caen pero antes, mis ojos ejecutan “pulse OFF”.
Fotografía tomada de Adore Noir Magazine. "Prestada".
miércoles, 1 de octubre de 2014
¿Cómo
le gustaría morir?
No se usted, pero yo quisiera morir como un héroe
anónimo, arrancando las palabras al dolor de dejarlo todo. Sin sufrimiento,
porque soy cobarde ante la tortura del diagnóstico. De elegir, prefiero ser
alcanzado por la bala amiga del enemigo, en el campo de batalla del pavimento.
Con decenas de turros a mí alrededor con mirada masturbatoria, que gozan cómo
me estoy vaciando de sangre roja y clasista. Testigos hipócritas fingiendo
estupefacción, alimentando el morbo público y gratuito. Ellos miran de reojo,
comentan lo que no saben sin pudicia, luego, se retiran antes que llegue la
ambulancia, caminan dos cuadras y se olvidan. Esos están peor porque ya están
muertos.
Desprecio el quirófano y la cama de hospital, aborrezco
la indulgencia del cura y le hago la señal de la cruz antes que él me la
salpique, porque crucificado está él. Le aclaro que renuncio a la redención y
le pido un cigarrillo que no me dará.
Me dan nauseas los matasanos que me dirán una cosa
y otra a mis familiares, que al instante miran con ojos afligidos de despedida
y luego se repartirán las miserias. Ellos hablan con términos indescifrables,
te envuelven para aclarar después, que me quedan 48 horas de vida entre
papeleos y burocracia de la mutual.
Prefiero morir de una rebanada de rueda de
locomotora antes que la larga penuria de un depósito para ancianos, con visitas
rápidas y culposas, atontado con pastillas de todos los colores del arco iris
del placebo. Aburrido de mirar la nada, esperando el coágulo que no llega, que
la máquina se detenga o que alma ocupa desaloje el paquete.
Si tuviera que elegir, prefiero el silencio de la
madrugada, donde los pasos resuenan inconfundibles, donde en sus horas caben
más minutos que durante el día. Quisiera morir solo, y que me descubran tieso,
con los ojos abiertos, apuntado a lo que fui.
Desprecio cualquier otra forma de morir.
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