domingo, 12 de octubre de 2014

Reciclando personas desechables

Al despertar, lo primero que veo es “pulse ON”. Ejecuto el comando por impulso, medio por dormido, medio por tonto y me levanto. El desayuno está servido, el televisor encendido, el ambiente cálido y la ropa limpia y planchada. Salgo a la calle hacia la parada del colectivo que me llevará al centro. Después de una mañana laboral incierta en una oficina poblada y sin barullo, voy por el almuerzo en el bar de la avenida Corrientes. Me siento en la barra frente al espejo que nunca miro por temor. Me traen la comida que no pedí pero es lo que pensaba. No tomo café aunque lo deseo. Pago la cuenta. Salgo a la calle con sueño de siesta y me dirijo a un lugar donde me están esperando. Esquivando sombras de transeúntes.
Cae una llovizna que ningún paraguas ataja. Llego. Me siento en un escritorio y mis manos comienzan a teclear sin poder razonar qué pero, lo que sea, es indispensable para la empresa. A la hora señalada, que no se cual es porque no llevo reloj, salgo del trabajo y camino un trecho para tomar el colectivo en la parada de la esquina. Llega, no le hago señas pero igual se detiene, el chofer me mira para que suba y me da un fingido: -Buenas tardes. Como si me conociera. Subo. Veo miradas vacías. Alguien se para, deja libre un asiento y lo ocupo. No necesito saber dónde voy cuando viajo. Observo por la ventanilla que el tráfico es ordenado, sin bocinazos ni contaminación. Atravesamos la ciudad que se hunde hacia los barrios. En determinado lugar, me incorporo y camino como autómata hacia la puerta de atrás, la gente me abre paso sin mirar y el timbre suena solo. Me bajo. Claro, qué sino… en una esquina que sospecho es la de siempre. Llego a casa. Abro la puerta sin llave y no me recibe ningún perro ni esposa, aunque sé que me espera, no sé que es pero me espera, todo el tiempo, me espera omnisciente, con el televisor encendido, la ducha tibia y la cena servida en la mesa, mi preferida. Dejo la ropa en cualquier lugar pensando que mañana estará limpia y planchada. Debo tener sueño porque voy a la cama agotado, me acuesto, mis párpados caen pero antes, mis ojos ejecutan “pulse OFF”.

Fotografía tomada de Adore Noir Magazine. "Prestada".

miércoles, 1 de octubre de 2014

¿Cómo le gustaría morir?

No se usted, pero yo quisiera morir como un héroe anónimo, arrancando las palabras al dolor de dejarlo todo. Sin sufrimiento, porque soy cobarde ante la tortura del diagnóstico. De elegir, prefiero ser alcanzado por la bala amiga del enemigo, en el campo de batalla del pavimento. Con decenas de turros a mí alrededor con mirada masturbatoria, que gozan cómo me estoy vaciando de sangre roja y clasista. Testigos hipócritas fingiendo estupefacción, alimentando el morbo público y gratuito. Ellos miran de reojo, comentan lo que no saben sin pudicia, luego, se retiran antes que llegue la ambulancia, caminan dos cuadras y se olvidan. Esos están peor porque ya están muertos.

Desprecio el quirófano y la cama de hospital, aborrezco la indulgencia del cura y le hago la señal de la cruz antes que él me la salpique, porque crucificado está él. Le aclaro que renuncio a la redención y le pido un cigarrillo que no me dará.
Me dan nauseas los matasanos que me dirán una cosa y otra a mis familiares, que al instante miran con ojos afligidos de despedida y luego se repartirán las miserias. Ellos hablan con términos indescifrables, te envuelven para aclarar después, que me quedan 48 horas de vida entre papeleos y burocracia de la mutual.
Prefiero morir de una rebanada de rueda de locomotora antes que la larga penuria de un depósito para ancianos, con visitas rápidas y culposas, atontado con pastillas de todos los colores del arco iris del placebo. Aburrido de mirar la nada, esperando el coágulo que no llega, que la máquina se detenga o que alma ocupa desaloje el paquete.
Si tuviera que elegir, prefiero el silencio de la madrugada, donde los pasos resuenan inconfundibles, donde en sus horas caben más minutos que durante el día. Quisiera morir solo, y que me descubran tieso, con los ojos abiertos, apuntado a lo que fui.
Desprecio cualquier otra forma de morir.