domingo, 23 de diciembre de 2012


Outlet navideño.



Movimientos de ajedrez

Durante la partida, perdí la reina, las torres, los alfiles, los caballos, sólo me quedaron los peones para defender lo indefendible, el rey. Votamos un piquete y una huelga general, el árbitro detuvo el reloj, dictó “conciliación obligatoria” y decretó tablas. Vencer o empatar, es la consigna de mínima, para éstos casos de conciliación de clases.

 

Sudestada sudaca y cambio climático.

El viento arrancó los árboles de cuajo, se llevó las ramas, los nidos y las crías. Tumbo los carteles y quebró las antenas. Tapó los sumideros. Arrastró los colores y los semáforos, las bicicletas y los tendidos eléctricos. Apagó la luz, desconectó los teléfonos y activó las alarmas. Despeinó las palmeras del Boulevard. Reventó los desagües y desorientó el olfato de los gatos. Elevó el cauce de los arroyos. Puso a volar la ropa de los tendederos y los tanques de agua. Arrasó con el piquete y amontonó la arena en los ojos. Erosionó la tranquilidad, levantó los techos precarios, abrió los ojos de espanto. Esmeriló el progreso de las paredes a medio levantar y destruyó el dispensario. Bloqueo la calles del barrio. Atestó los hospitales. Todo antes de la lluvia. Las pérdidas se miden en dólares. El viento es de derecha.

 

viernes, 7 de diciembre de 2012


Material descartable, ofertas y canje.

 

La inspiración atmosférica.

La lluvia viaja de polizón en las nubes, hasta que el servicio meteorológico la sorprende y le indica donde bajarse.

Al rato, revienta inevitablemente contra el asfalto de la ruta para desintegrarse en miles de gotas de lágrimas. En cambio, el pasto, la siembra, el lomo de los animales, los arroyos o la copa de los árboles la reciben como una caricia, con placer alimenticio.

En la urbe sobre habitada, se condensa en charcos repentinos, calles anegadas, cemento y gente bajo paraguas. Corre como serpiente marina en los sumideros. Es maldecida y ruegan que su visita sea fugaz para no entorpecer la rutina. La sustancia de la lluvia no comprende como sucede lo que sucede, solo se deja caer en un ritual suicida.

 

Real Brutalidad real.

Todas las noches, escribía con carbón, en los muros blancos del pueblo, consignas contra el despótico monarca y las firmaba como “anónimo”. Influenciado por el séquito de asesores de la corte y harto de recibir improperios, el soberano, quién prodigaba escaso talento y aún menos paciencia, hizo requisar por los guardias cada rincón del caserío de la comarca en busca del subversivo. Anónimo, jamás fue hallado. En su lugar, fue ejecutado Antonio, quién fue lo más aproximado que encontraron.

 


Eh…, usted…, trate de ser feliz porque esa sensación es perecedera, dura muy poco, es efímera... ¿Vio? Ya pasó. Le dije, se lo advertí.


 

Tuve una gran vida interior, la que me fue extirpada en el Hospital Centenario.


 

A mi edad, regalar relojes es, al menos, sospechoso.