domingo, 23 de febrero de 2014




Soy mi fraude.

Todo éste tiempo he estado engañándome a mí mismo, lo descubrí por causalidad cuando en un descuido deje abierta la página de Facebook. Ahora me siento traicionado, creo desconocer a la persona de la que siempre estuve seguro. Aunque me he juramentado que no volverá a ocurrir ya no puedo confiar. No sé en qué momento pasó porque no me di cuenta de nada, ni una mínima sospecha. Acá no hay camas separadas ni me voy a otro lado, debo convivir conmigo mismo y no creo tener la solvencia moral para aceptarlo. Debió ser la rutina, la falta de intimidad o la curiosidad por la adrenalina del engaño. Entonces, tomé coraje y enfrente la situación. Me paré frente al espejo y lo miré en lo profundo de su ser. Me devolvió una imagen tipo foto carnet, bastante fajado por el paso del tiempo. Dialogamos sin hablar. Entre reproches y desconfianza, siento que lo he perdido aunque, con dolor, me confesó que no podría vivir sin mí y creo que tampoco yo sin él. Pactamos darnos un tiempo, pero juntos, eso es inevitable. En lo inmediato me suplicó que dejara  Facebook y le respondí: Me gusta.

martes, 11 de febrero de 2014

Zona liberada de lucidez

 

Divorcio vincular futurista.
Dos androides que habían contraído matrimonio como dios manda, no soportaron la sensación de eternidad y decidieron divorciarse. El ministerio público les tiene reservado la oficina de “asuntos electro domésticos” para dirimir sus diferencias.


Solidaridad
Antes de que se pierda en el anonimato la coma salió al rescate del cero a la izquierda.


Medios enteros
Era un diario tan amarillo y sensacionalista que cuando anunció el fin del mundo, todos le creyeron.


Hipoteca
No era una institución de la que podía uno fiarse. En su mensaje publicitario decía: “Confíenos sus ahorros”: Banco de niebla.


Testigo de pleamares

Las mejores fábulas de océanos las oí pegando la oreja a un caracol que recogí a la vera de un acantilado cercano a Miramar.

Ola, con voz arrulladora y salada, destripándose contra la playa, vomitando espuma por la boca, clavándose en la arena gruesa y blanca. Sus huellas se borran con la rapidez de la próxima. Billones han besado éstas orillas, desde el mismísimo brote de vida en la roca madre. Acariciando la costanera con su música rutinaria. Después del ejercicio de hábito, se agudiza el sentido y es donde se escuchan los galeones hundiéndose, el saludo de las gaviotas, el parto de las ballenas, la respiración de las corrientes profundas. Hay un momento donde las palabras no sirven, tal vez único. No me vengan con otro milagro.