Soy mi fraude.
Todo éste tiempo he estado
engañándome a mí mismo, lo descubrí por causalidad cuando en un descuido deje abierta
la página de Facebook. Ahora me siento traicionado, creo desconocer a la
persona de la que siempre estuve seguro. Aunque me he juramentado que no
volverá a ocurrir ya no puedo confiar. No sé en qué momento pasó porque no me
di cuenta de nada, ni una mínima sospecha. Acá no hay camas separadas ni me voy
a otro lado, debo convivir conmigo mismo y no creo tener la solvencia moral para
aceptarlo. Debió ser la rutina, la falta de intimidad o la curiosidad por la
adrenalina del engaño. Entonces, tomé coraje y enfrente la situación. Me paré
frente al espejo y lo miré en lo profundo de su ser. Me devolvió una imagen tipo
foto carnet, bastante fajado por el paso del tiempo. Dialogamos sin hablar.
Entre reproches y desconfianza, siento que lo he perdido aunque, con dolor, me
confesó que no podría vivir sin mí y creo que tampoco yo sin él. Pactamos
darnos un tiempo, pero juntos, eso es inevitable. En lo inmediato me suplicó
que dejara Facebook y le respondí: Me
gusta.