sábado, 23 de mayo de 2015

Semillas de palabras


Evanescente

Vivo en una burbuja urbana de soledad llamada madrugada. Puedo dar testimonio con precisión absoluta cuando se apaga el ruido y se enciende el silencio, aunque no pienso develar ese instante secreto. Los gatos y yo, somos testigos de los sueños de los vecinos porque los vemos mecerse en las ventanas hasta que se evaporan y dejan su estela de cenizas blancas y brillantes. Al rato, amanece.

¿En qué parte de mi cuerpo habita el alma?

¿Estará en la mente o en la voluntad de mis ojos? ¿En la yema de los dedos o en la planta de los pies? ¿En los genitales o en el culo? ¿En el corazón latiendo, sujeto a las vísceras o en el hollejo de la piel quemada por el sol? ¿Habrá sido extirpada en alguna intervención quirúrgica por mala praxis? Entonces ¿debo reclamar a la mutual o a la ley? Llegado el caso que requiera la intervención de la corte y la balanza de la justicia se tuerza para mi lado ¿El estado devolverá la mía o repondrá otra en su lugar? ¿Mi abogado me defenderá hasta las últimas consecuencias o se corromperá en los pasillos de los tribunales? Demasiadas preguntas para un desalmado común y corriente.



Estado de coma
Fue desconectado hace diez días y su carne estaba en descomposición, pero murió tan enamorado que su corazón aún late por ella.

Desencanto
Necesito saber, urgentemente, en qué misterioso rincón de este mundo, el viento archiva las palabras que se lleva. Imagino que, una gran sala de “te amo”, debe ser la más poblada.

Impudicia
Puntualmente, abre sus piernas a las diez y diez.
Estudiante de geología.
Creo que me enamoré de una mina a cielo abierto.
Rencor
Siempre se vuelve a la primera traición. Por morbo o por venganza.