martes, 29 de agosto de 2017




APARICIÓN CON VIDA DE SANTIAGO MALDONADO.




Microrrelatos deshidratados

Sangre de rama

Un abedul me enseño que la naturaleza es savia.


Mal presagio

El cartel de “Bienvenidos”, en el cementerio, lo puso el gobierno.

Síntoma
El lobo, parado frente a la endeble choza de paja, resopló una y otra y otra vez en vano. Desde adentro, uno de los tres cerditos le advirtió: —¡Epoc… tenés Epoc!

Duelo del lejano oeste
Los vi refugiada detrás de las cortinas del ventanal. Estaban inmóviles, uno frente al otro. Desenfundaron. Las pistolas brillaban al reflejo del último rayo de sol del crepúsculo. Se apuntaron cerrando un ojo y dispararon al mismo tiempo. ¡pum..! Ambos cayeron redondos, fulminados. Súbitamente, se levantan como resortes cuando mamá los llamó a tomar la leche.

 

La tregua


Truenan los obuses de uno y otro lado. Vuelan, también de uno y otro lado, pedazos humanos, impregnados de pólvora y barro. Salpica la sangre al mediodía. La metralla, infatigable, vomita fuego cruzado cercenando cuerpos en dos, con proyectiles gruesos como velas de iglesia. Gritos desgarrados de dolor y de ánimo, se confunden. Las tropas de jóvenes avanzan pisando cadáveres propios y enemigos. Ese último estruendo no fue de cañón, fue un relámpago del cielo enojado. Comienza a llover de manera insufrible, por si hiciera falta más pena. Se elevan las banderas blancas, de uno y otro lado, se comunican los generales, burócratas, impolutos, en la comodidad de sus carpas lejanas del frente. Se suspende la batalla hasta que mejore el clima.