miércoles, 6 de diciembre de 2023
sábado, 28 de octubre de 2023
Ayer te ví, no vimos ayer
Ayer te vi, nos vimos ayer.
Quedo sola en la mesa. Su amiga había salido a
bailar con un tipo alto.
Apoyó el pómulo en los nudillos del puño izquierdo
entrecerrado, con la
cara ligeramente inclinada, me observaba. Me
engaño a mí mismo si digo
que me miraba embelesada. Me veía, digamos, con
cierto aire entre
curiosidad y misterio. Sin desmerecer, tampoco es como
que miraba llover...
Aunque nunca sabré de qué estaba hecha esa manera
de fijar la vista para
no soltarme ¿Qué sentiría? Nunca se lo preguntaré
ni saldrá de ella
decirlo, ya no. La cuestión es que en algún recodo
de la noche, nuestras
miradas se conocieron y se refugiaron una con la
otra. Alguna chispa
brotó, quiero creer. Ningún arco voltaico, nada
que quebrantara el cielo
nocturno o inquietara al gentío asistente. Un
golpe de vista suficiente
como para estremecer los cimientos de mi soledad.
Entonces… ahí estaba ella y acá estaba yo. Sola ella y solo yo, sin
testigos oculares que dieran fe. Ese cachito de luz en el mágico
universo del amor a primera vista, antes del corte de energía eléctrica.
Y fue, hasta la oscuridad absurda, la última vez que
nos vimos. Cuando regresó la luz, unos diez
minutos después, ya no estaba.
Salí tras sus huellas en cada rincón del club Bell
Ville, en cada mirada
de mujer, pero no la hallé, mientras los efectos
de la bebida lloraban
fuego en mis entrañas, desistí de continuar su
búsqueda, sabiendo que el
Chevallier me regresaría a Cañada de Gómez en una
hora. Parece nada pero
esa es toda mi vida junto a ésta ilustre
desconocida de quién ni
siquiera sé su nombre ni oí su voz, aunque jamás
olvidaré su encendida
mirada sin rostro. Durante el viaje de regreso,
logre sacar dos
conclusiones antes que me venciera el sueño: Lo
positivo, fue que sólo
nos miramos. Lo negativo fue que sólo nos miramos.
El resto, una novela
que intentó avanzar fugaz hacia la nada misma. Su
mirada, aún la
conservo, como si fuera una carta de despedida.
jueves, 24 de agosto de 2023
Espérame sentado...
Espérame sentado…
Entiendo lo que quiso decir… y era un mandato que
no pensaba desobedecer. Comenzó a quitarse la ropa que, de hecho, no era
demasiada. Descubrí que su cabello era parte del vestuario. Desnuda, se
balanceo de manera nada sensual. No era la mujer perfecta, pero aún así, tenía
al alcance de mi mano el modesto compendio de mis sueños. Luego de una rara
contorsión se acuclilló y permaneció como en trance. Dos alas de piel se
desataron de su espalda. Salió por el balcón. Juro que no me moví, ni siquiera
pestañé, me ordenó que espere sentado, y eso hice, como vegetal. Esperé, esperé
y esperé hasta el calambre de mi sangre. Al segundo amanecer perdí la voluntad
del movimiento. Al cuarto, un inquilino denunció que un olor nauseabundo
emanaba del departamento.