Espérame sentado…
Entiendo lo que quiso decir… y era un mandato que
no pensaba desobedecer. Comenzó a quitarse la ropa que, de hecho, no era
demasiada. Descubrí que su cabello era parte del vestuario. Desnuda, se
balanceo de manera nada sensual. No era la mujer perfecta, pero aún así, tenía
al alcance de mi mano el modesto compendio de mis sueños. Luego de una rara
contorsión se acuclilló y permaneció como en trance. Dos alas de piel se
desataron de su espalda. Salió por el balcón. Juro que no me moví, ni siquiera
pestañé, me ordenó que espere sentado, y eso hice, como vegetal. Esperé, esperé
y esperé hasta el calambre de mi sangre. Al segundo amanecer perdí la voluntad
del movimiento. Al cuarto, un inquilino denunció que un olor nauseabundo
emanaba del departamento.
Me ha encantado
ResponderEliminarMuchas gracias amiga.
Eliminar