Short histories o Mondongo digital
El hombre urbano
Pésima tarde
en la oficina. Salí con la cabeza quemada y el semblante de mierda reflejado
por el espejo del ascensor. Regreso a la pensión con la esperanza que el día
termine mejor. Me cruzo en la calle con un tipo en silla de ruedas. Tenía las
piernas cercenadas a la altura de las rodillas, venía solo y bufando por el
esfuerzo. Se lo notaba malhumorado. Razones no le faltarán, imaginé. Las
personas que pasaban junto a él oteaban como con lástima y evitaban mirarlo de
frente, poniendo su mejor cara de boludos, eso me daba bronca.
—Oiga
maestro… ¿Quiere que lo empuje un trecho? El punto lo pensó dos veces y en la
segunda creo que se decidió.
—y dale
pibe… una cuadrita, así descanso los brazos.
La vereda
estaba intransitable, era un inventario de baldosas flojas o rotas, el
empedrado de la calle Corrientes lucía más parejo a simple vista. El tipo
rezongaba por el maltrato de los sobresaltos y no era mi culpa, hice lo mejor
que pude, lo juro...
—Pibe, no
dejas un pozo sin esquivar, mejor largame que sigo solo.
—Bueno,
chau. Lo salude, con cierto sabor amargo en la boca, y lo solté en la
pendiente, casi llegando a la esquina de calle Urquiza. El mal agradecido giró
la cabeza como para putearme, perdió el control de la silla y no pudo frenar,
el tranvía que pasaba, tampoco pudo.
Experto
En un descuido, el abuelo Vicente se nos escapó, salió a caminar y no regresó. El pobre padece Alzheimer desde hace unos años. Estoy tan agobiado por el percance que mi perro, que además de callejero es gran observador de la realidad de los humanos, se acercó y me dijo al oído:
—Hagamos carteles con su fotografía, y las pegamos en las
columnas y en los árboles del barrio.
Con la mejor de las intenciones podemos llegar a ser hasta letales. Cuando no estamos en condiciones (anímicas), mejor no intentar ayudar a otros.
ResponderEliminarMe gustó el humor macabro del primer relato y me enterneció el segundo.
Y, por encima de todo, me encantó volver a leerte.
Besos, Eduardo
Gracias Alis, para mí es un gran honor que pases de visita.
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