Microrrelatos deshidratados
Sangre
de rama
Un abedul me enseño que la
naturaleza es savia.
Mal presagio
El cartel de “Bienvenidos”, en el cementerio, lo puso
el gobierno.
Síntoma
El lobo, parado frente a la
endeble choza de paja, resopló una y otra y otra vez en vano. Desde adentro, uno de los
tres cerditos le advirtió: —¡Epoc… tenés Epoc!
Duelo
del lejano oeste
Los vi refugiada detrás de las
cortinas del ventanal. Estaban inmóviles, uno frente al otro. Desenfundaron.
Las pistolas brillaban al reflejo del último rayo de sol del crepúsculo. Se
apuntaron cerrando un ojo y dispararon al mismo tiempo. ¡pum..! Ambos cayeron
redondos, fulminados. Súbitamente, se levantan como resortes cuando mamá los
llamó a tomar la leche.
La
tregua
Truenan los obuses de uno y otro lado. Vuelan,
también de uno y otro lado, pedazos humanos, impregnados de pólvora y barro.
Salpica la sangre al mediodía. La metralla, infatigable, vomita fuego cruzado
cercenando cuerpos en dos, con proyectiles gruesos como velas de iglesia.
Gritos desgarrados de dolor y de ánimo, se confunden. Las tropas de jóvenes
avanzan pisando cadáveres propios y enemigos. Ese último estruendo no fue de
cañón, fue un relámpago del cielo enojado. Comienza a llover de manera
insufrible, por si hiciera falta más pena. Se elevan las banderas blancas, de
uno y otro lado, se comunican los generales, burócratas, impolutos, en la
comodidad de sus carpas lejanas del frente. Se suspende la batalla hasta que
mejore el clima.
Si tengo que sonreír elijo Duelo del oeste, por lo vivido en la infancia. Si quiero removerme en la tumba, La tregua, por la pasividad del pueblo ante sus generales que les mandan a la muerte para defender la nada, que es la Patria.
ResponderEliminarInteresantísima mirada Javier, como es tu costumbre. Gracias por pasar. Abrazo.
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