Nuevas técnicas de dolor sin parto.
He llegado hasta aquí por azar, sin proponérmelo.
En realidad, fui extirpado, diría arrastrado, atravesando una frontera
biológica. Los que me depositaron en manos extrañas con aroma a desinfectante, tuvieron
su propósito y lo disfrutaron por diez minutos estadísticos. Fui desembolsado
de un lugar tibio donde estuve sumergido en un placer uterino. Sufrí el choque
del frío de la noche, de la tarde o la mañana, da igual sin tiempo. Lloré por
primera vez, me acurruque, me arrugué, temblé y volví a llorar, por muchas
veces, en silencio. Cuando pude abrir los ojos, a duras penas vi sus caras y dentro
de ellas, estudiadas sonrisas teatrales me observaban detrás de la luz cómplice,
mientras quitaban la grasa de meses que cubrían mi cuerpo y prometían, como si
eso me importara:
-abuelo, aquí va a estar mejor.
Zurdo.
Antes era un escritor de izquierda. Ahora, aburguesado,
me compre la notebook en cuotas y escribo con las dos manos.
Sacrificio.
Si me amas, no me pidas nada, a cambio, te daré lo
que no tengo.
Adultera.
Cuando me abrace a la causa, el marido me corrió
por derecha.
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