Estados contables.
Un enajenado contador público de Chicago, Illinois, provocó un baño de sangre cuando disparó a quemarropa sobre seis de
sus siete empleadas en la oficina. La sobreviviente quedó en estado de shock. Antes
de ser llevada por la ambulancia, pudo balbucear al oído del detective:
-Fue un ajuste de cuentas-
El guardián.
-Usted se me queda sentadito acá, así como
está ahora. Me cuida que no entre nadie por el pasillo. Si alguien se acerca le
muestra los dientes y después le ladra para asustarlo, si no se asusta entonces
le mete diente en el culo ¿estamos?-
El tipo se va a dormir la siesta confiado.
Al rato, un chorro pistola en mano, lo despierta para robarle la miseria que
tenía. Y se va.
El principal testigo estuvo todo el tiempo con la lengua afuera y moviendo la cola.
No se puede socializar con las fuerzas de
seguridad, se lamentaba el desvalijado.
Solo.
Entra viento norte por mi ventana, seduce
y encanta las hebras de la cortina.
Recorre mi cuarto, olfatea las lágrimas
derramadas en tardes perras de domingo.
Recorre la casa y lleva el mensaje de mi
soledad, aunque nadie lo traduzca. Porque nadie es nadie y pasara de largo
intentando otro vuelo hacia las nubes blancas bañadas por sus propias lágrimas.
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