viernes, 28 de junio de 2013

Nuevas técnicas de dolor sin parto.

He llegado hasta aquí por azar, sin proponérmelo. En realidad, fui extirpado, diría arrastrado, atravesando una frontera biológica. Los que me depositaron en manos extrañas con aroma a desinfectante, tuvieron su propósito y lo disfrutaron por diez minutos estadísticos. Fui desembolsado de un lugar tibio donde estuve sumergido en un placer uterino. Sufrí el choque del frío de la noche, de la tarde o la mañana, da igual sin tiempo. Lloré por primera vez, me acurruque, me arrugué, temblé y volví a llorar, por muchas veces, en silencio. Cuando pude abrir los ojos, a duras penas vi sus caras y dentro de ellas, estudiadas sonrisas teatrales me observaban detrás de la luz cómplice, mientras quitaban la grasa de meses que cubrían mi cuerpo y prometían, como si eso me importara:
-abuelo, aquí va a estar mejor.



Zurdo.

Antes era un escritor de izquierda. Ahora, aburguesado, me compre la notebook en cuotas y escribo con las dos manos.


Sacrificio.

Si me amas, no me pidas nada, a cambio, te daré lo que no tengo.


Adultera.

Cuando me abrace a la causa, el marido me corrió por derecha.



lunes, 17 de junio de 2013

Inmigrantes.

Parte de mis ancestros llegaron de Iraq y los llamaron turcos. Los embolsaron en una síntesis dialéctica urbana, como suelen hacer con los rusos, gallegos, tanos y otros que buscaban en la huida un porvenir.
Mi abuela murió en su aldea, en una intervención quirúrgica de aquellos tiempos, cuchillo y suerte. Mi abuelo vino embarcado para éstas pampas con sus bártulos, todos ellos caminaban. Se establecieron a la vera del Paraná, donde sobra el agua y otra fe. Hace algún tiempo nos enteramos que nuestros paisanos festejaban un casamiento en la aldea, pero perdieron el recuerdo instantáneo de las fotografías junto a sus vidas, fue un bombardeo quirúrgico con efectos colaterales anunció la CNN sin mayores detalles. Extraño nexo nos propuso el avance tecnológico. 

jueves, 13 de junio de 2013

Cuentos futuristas rosarinos.


Crónicas terrícolas.

En la ribera del lecho reseco del río Paraná donde centurias atrás estaba emplazado el club de Regatas Rosario, se va a llevar a cabo el último y definitivo congreso de científicos intergalácticos para resolver el destino final de los despojos de la civilización humana.
Bajo una pertinaz llovizna ácida que pincela el cielo ocre, las naves nodrizas dejan caer transbordadores repletos de espectros fluorescentes, mientras otros alienígenas estacionan sus embarcaciones propulsadas por fuentes de energía desconocidas. El parque Fabio Zerpa, constituido sobre las ruinas de lo que fue el Parque Alem, está repleto de navíos extravagantes llegados de galaxias remotas.
De una de ellas descienden dos hologramas con formas zoomórficas  manteniendo algún diálogo extrasensorial. En ese momento, los interrumpe lo que especulan puede ser un harapiento niño humanoide que les dice:

-¿Se la cuido Don?-

domingo, 2 de junio de 2013

Epitafios, obituarios y otros condimentos.


En la lápida de un publicista.

Raspe para saber quién yace aquí.


En la lápida de un político.

Orine en otro lado.


En la lápida de un marino.

Aquí subyace un subordinado suboficial de un submarino


En la entrada de una gran metrópoli

Aquí yace la crisis del capitalismo quién resucita cíclicamente.



Encuentro

Llegue temprano desconfiando de mi mismo, me senté a esperarla. Pasaron dos, tres colectivos, perdí la cuenta. Pasó gente caminando para acá y para allá, un perro me hizo compañía, pero perdió la paciencia. Pasó la tarde, pasaron los  puntuales, volvieron los que iban para acá y para allá. Llegó la noche. Ella siempre llega puntual en verano, con sus luces a gas amarillento. Vacilé, maldije, odié. Volví a casa confiando en mi desconfianza, arrastrando mi propio peso por no tener alas.